Nueva York. Día 6:


Misa Gospel en Harlem, Isla de los Gobernadores, Little Italy, Soho, Tribeca


Es domingo y no podemos perdernos la ocasión de asistir a una misa gospel. Las hemos visto en decenas de series y películas, pero vivirla en directo en el barrio de Harlem es algo que queríamos hacer desde hacia mucho. Nos informamos antes de ir de que en algunas iglesias los turistas no son muy bien recibidos. Es preferible acudir a una que acepte turistas. 



 Calles en Harlem

Nos hablaron estupendamente de la Bethel Gospel Assembly, en Harlem. Así que miramos horarios en su página web. Consultadlos antes de ir porque no siempre son los mismos. Cuando fuimos, en verano, había un turno a las ocho y otro a las once y media. Pero depende de la época del año hacen una o dos misas y varía la hora.
Creímos que la misa de las once se llenaría rápido y se formarían largas colas para entrar, por lo que optamos por ir temprano a la de las ocho. 
Ya os estaréis preguntando: ¿A las ocho?...Madre mía, ¿a qué hora se habrán tenido que levantar?
Pues depende de como de lejos estés alojado jaja. 
Nuestro "barato" apartamento estaba en Brooklyn a unos diez minutos en metro de la zona cero. Que diréis cerca. Pero es que Harlem está en el  norte de Manhattan y las distancias en Nueva York son tremendas. Así que miramos en internet y según las aplicaciones de transporte, etc tardaríamos unos 50 minutos en llegar. Eso con suerte de no pillar retrasos en los metros jaja. 
Haciendo cálculos: despertarse, vestirse, arreglarse, desayunar, casi una hora de metro (haciendo un transbordo), llegar un poco antes de las ocho por si hay colas o no encontramos la iglesia...
Total, que creo que a las seis o así me puse el despertador. Sí, en domingo. Esperemos que la misa valga la pena.

Tomamos la línea A del metro hasta Columbus Circle. Aquí cambiamos a la línea 2 o 3 dirección norte. En siete paradas llegamos a la 116 St, la parada más cercana a la iglesia. Gracias a que utilizamos la aplicación Maps.me, nos encaminamos directamente hacia la Bethel Gospel Assembly, sin perdernos por las calles de Harlem, aunque contemplando sus preciosas casas estilo Brownstone.
 Tras un breve paseo llegamos, el edificio no parece una iglesia. Se parece más a un teatro o algo por el estilo. Pero tenemos buenas vibraciones de que nos va a gustar.


Casi eran las ocho y nos recibe en la entrada gente muy amable que nos acompaña hasta nuestros asientos. En un principio los asientos del fondo son para los turistas, pero no sé porque a nosotros nos colocaron más delante. Será porque los bancos del final ya estaban llenos de visitantes que habían madrugado antes que nosotros. 
Nos sentaron entre los feligreses y creo que es la mejor manera de vivir la experiencia. 
La gente afroamericana viste sus mejores galas para el día del señor. Las mujeres lucen sus joyas y sus cardados de peluquería. En el escenario, porque aquello no era un altar, había gran cantidad de instrumentos: dos pianos, un teclado, una batería, guitarras eléctricas...
Esperábamos con ansia el comienzo del acto. Entonces llegó la familia del pastor.


La misa tiene una duración de unas dos horas. Al principio es maravilloso ver como hilan canciones, cantadas por un coro gospel,  durante media hora, sin parar. Luego los miembros de la familia del pastor y gente de la parroquia hacen sus lecturas y discursos. Es asombroso ver como se desgarran la garganta cuando piden a Dios y hacen sus plegarias. La gente es muy expresiva y lo vive de una manera muy espiritual. Pero no diré más, esto solamente ha sido una pizca de lo maravillosa que es. El resto tendréis que descubrirlo vosotros mismos cuando viváis la experiencia.

Cuando terminó (a las diez) ya vimos cola en la puerta para el siguiente turno de las once  y media. ¡Una hora y media antes! Menos mal que habíamos madrugado y venido a la de las ocho, no nos arrepentimos para nada. 
Volviendo hacia el metro nos paramos en un 7eleven para comprar unos granizados. Son los típicos que aparecen en las películas y queríamos degustarlos. La verdad nos resultaron un poco empalagosos, aquello era una explosión de azúcar jaja.

Tomamos el metro 2 dirección sur hasta su última parada, South Ferry. Hacía un día soleado y como la mayoría de neoyorquinos queríamos pasar la mañana disfrutando de aire puro. Tomaríamos cerca de aquí, en el muelle, un barco que nos llevaría hasta Governors Island. Una isla con mucho encanto, pues cuenta con distintos fuertes, casas de película y un montón de espacios al aire libre para relajarse y pasar el rato. 
Para llegar allí toma un ferry desde el muelle más antiguo. Se encuentra al este del que va a Staten Island. Creo recordar que el billete era de 5$ ida y vuelta. Pero no sé por qué, cuando llegamos no nos cobraron nada, por llegar antes de las once. Así que estupendo.
Ya pudimos contemplar el skyline cuando tomamos el ferry a Staten Island el segundo día de nuestro viaje, pero nunca está de más poder disfrutarlo más veces.


Se tardan pocos minutos en alcanzar la isla de los Gobernadores. Al llegar podrás deambular por tu cuenta y recorrer las distintas localizaciones de la isla. Nosotros utilizamos la app Maps.me para ubicarnos, pero podéis comprar un plano en el puesto de información si queréis. 
La isla es fácilmente accesible a pie. Y en un par de horas se recorre prácticamente entera. Una de las zonas que más me gustaron fue Nolan Park, un parque bordeado de casas estilo colonial, que fueron residencia de altos mandos militares. Era muy pintoresco. El gobierno permitía a distintas asociaciones utilizar las casas  para exposiciones de arte, realizar pequeñas obras de teatro o simplemente meditar. Nos gustó que se le dieran un uso,  aunque también hubiésemos querido poder ver una casa-museo con decoración de la época.



 Al sur de Nolan Park nos llamó la atención una zona de recreo para niños que habían creado con desperdicios. En un primer momento nos pareció un vertedero, pero entendimos la mentalidad del reciclaje y el hecho de querer darle otro uso a los objetos. También he de decir que un poco peligroso sí nos pareció ya que vimos maderas con clavos e incluso un niño jugando con un martillo


En el centro de la isla hay un conjunto de casas de ladrillo rojo muy bonitas. Todas enfrentadas al Ligget Hall, el edificio más grande de la isla, que alojaba a la División de Infantería. 
Holocenter es un centro de arte y actividades ubicado en una de las muchas casas rojas. Está abierto de mayo a octubre y la entrada es libre para todo amante del arte


A unos diez minutos andando estaba ya el final de la isla. Quisimos llegar hasta allí porque sabíamos de unas colinas que tenían una increíble vista de la bahía. Así que nos pusimos en marcha.
El sol pegaba fuerte y tras subir por las rocas hasta lo más alto de la colina vimos que había merecido la pena. ¡Qué vistazas! 
Pocos turistas conocen esta localización, por lo que pudimos disfrutarlo sin casi gente.



Habiendo hecho un millón de fotos nos vamos más que satisfechos del paseo por esta isla. Que es un atractivo de la ciudad todavía por descubrir.
Como se acercaba la hora de comer y no habíamos llevado para hacer picnic, tocaba volver al ferry y pensar donde comeríamos en Manhattan.

Llegados al muelle nos acordamos del segundo día, cuando comimos en Chinatown y por tanto no pudimos hacerlo en su vecina Little Italy. Nos quedamos con las ganas de degustar los fetuccini alfredo, conocidos como plato estrella en películas de la mafia italiana. Por lo que tomamos el metro hasta este pequeño barrio italiano.
Hoy en día apenas quedan del barrio un par de calles, debido a que Chinatown por el sur y el Soho por el norte han ido ganándole territorio. No obstante, el ambiente en las calles se nota mediterráneo. Hay muchas tiendas, decoración, turistas, restaurantes con terrazas a rebosar...



Lo mejor es que cuando llegues eches un vistazo a los restaurantes de la calle principal (Mulberry Street) y, elijas el restaurante que más te guste. Los camareros intentarán cazarte con sus deliciosos menús, pero normalmente los primeros de la calle son los más caros. Así que no te pares en ellos y contempla varias opciones antes de sentarte a comer jaja

Tras haber llenado nuestros estómagos nos damos una vuelta por el barrio. Encontramos una tienda que se llama Christmas in New York repleta de decoración navideña. Parecía como un museo de la Navidad, lleno de figuritas, adornos, luces y dulces.
Al final de la calle entrábamos ya en el Soho, un barrio que se ha puesto de moda en los últimos años y donde se han instalado las tiendas y boutiques más caras de la ciudad.
A un par de calles está el edificio que se utiliza como apartamento de Castle y, como somos fans de la serie nos pasamos para verlo. 


A continuación subimos por Broadway hasta el cruce con Prince Street, es la zona más comercial del barrio y donde están las tiendas más conocidas.
Entramos en algunas boutiques de ropa, muchas con precios desorbitados. También pasamos un rato en la tienda Apple y frente a ella vimos el edificio de la película Ghost.
Ya lo sé, parece que esto sea un tour de localizaciones de rodaje jaja. Pero es lo que tiene Nueva York. Que todo te recuerda a una película y, muchos lugares de la ciudad han sido escenario de series y films.



Edificio de la película Ghost

Paseando nos damos cuenta que las horas se van pasando rápido. Se acerca la noche y queremos ver la puesta de sol desde un lugar privilegiado. 
Nos enteramos de que al norte de Tribeca (barrio junto al Soho) había un muelle sobre el río Hudson desde el que se obtenían unas magníficas vistas del Lower Manhattan y Nueva Jersey. Como estaba a unos quince minutos andando del Soho, decidimos caminar con tranquilidad y, llegar a la hora azul para hacer muchas fotografías. 
Cuando alcanzamos el muelle número 34 el cielo estaba oscureciéndose y el sol a punto de ponerse. Era el momento perfecto para sacar la cámara y jugar con ella



Tras tanta foto la tripa comenzó a pedirnos algo que cenar. Era nuestra última noche en esta ciudad así que quisimos volver a Shake Shack para degustarlo por segunda y última vez. 
Tomamos el metro y nos apeamos en Fulton Street. En la misma estación, frente a la zona cero, está el local.


El día siguiente era nuestro último en Nueva York, así que una vez cenados nos fuimos al apartamento a descansar.