Marrakech en 3 días

En el post de hoy voy a contaros nuestro viaje a una de las ciudades que más ganas tenía de conocer. Marrakech siempre me ha llamado la atención por su exotismo y esa cultura árabe mezclada con la cercanía a Europa. Y es que Marruecos está a tan sólo 14 kilómetros de la costa andaluza. El hecho de tenerlo como país vecino hace que sea perfecto para una escapada de unos días. Los vuelos son económicos y los trayectos cortos pero, si no eres mucho de aviones, también puedes llegar con tu propio coche cruzando el estrecho de Gibraltar en ferry.
El caso es que sea como fuere, no podíamos perder la ocasión de conocer un poco de este país aprovechando unos días libres en el mes de octubre. Marruecos tiene fama de país cálido, y no lo voy a negar, fuimos en octubre y pasamos algo de calor. Es por ello que la mejor época para visitarlo es primavera u otoño. En los meses de julio y agosto no recomendamos ir, se alcanzan los 50 ºC fácilmente. Aunque esto que no os vaya a asustar, son las mismas temperaturas que podéis encontrar en gran parte del sur de España. Y es que Marruecos se parece a Andalucía, de hecho en Marrakech dicen que está la hermana gemela de la Giralda de Sevilla, juzgad vosotros mismos jaja

Koutoubia

Así que si estáis interesados en viajar a Marrakech o simplemente saber cosas sobre la ciudad os invito a seguir leyendo


Tras un par de horas de avión aterrizamos en el aeropuerto de Marrakech, a unos 6 km del centro de la ciudad. Lo que recomiendo nada más llegar es que seas de los primeros en bajar del avión e ir directamente a la salida. Hay que pasar el control de pasaportes, ya que estás saliendo de la Unión Europea. Los españoles no necesitan visado para entrar al país, con el pasaporte es suficiente. Lo que sí hace todo el mundo antes de pasar el control es rellenar uno de los formularios que hay en los stands de la salida. Es indispensable rellenarlo tanto para entrar como para salir del país. Debes incluir tu nombre, identificación, país de origen, dirección en la que te alojarás en Marruecos y demás datos...
Lo de que fueras rápido al control es porque suelen formarse largas colas. Los marroquíes son bastante tranquilos y no les importa si estás esperando media hora que dos horas.

Una vez pasado el control es hora de buscar transporte al centro, donde están la mayoría de los hoteles. Muchos de ellos ofrecen servicio transfer al aeropuerto. Nosotros decidimos contratarlo porque siendo nuestro primer día y habiendo aterrizado ya de noche no queríamos arriesgarnos. El hotel nos cobró unos 15€ por dos personas que éramos. No nos salió muy caro ya que el taxi viene a costar 10-12€. Además el coche del transfer nos garantizaba llegar hasta nuestro riad sanos y  salvos jaja.

Muchos os estaréis preguntando qué eso de Riad. El riad es una alternativa a un hotel. Se trata de una casa de estilo árabe cuyas habitaciones vuelcan a un patio interior. Muchos riads cuentan con vegetación, fuentes y decoración árabe en sus patios, lo que los hace perfectos para evadirse del caos de la ciudad. Los riads se encuentran en la Medina (lo que sería el casco antiguo) por lo que a veces encontrarlos entre tantas callejuelas es algo complicado. Gracias al servicio transfer nos ahorramos el tiempo de tener que buscarlo.

El riad donde nos alojamos durante nuestra estancia era el Bleu Topaze, un riad pequeño pero acogedor muy bien ubicado junto a la plaza Jemmaa el-Fna (la plaza principal de la ciudad). Las habitaciones no eran muy grandes, pero como el sitio era para dormir tampoco nos preocupamos mucho. Lo escogimos por su buen precio, su localización y su valoración. 



Como llegamos de noche al alojamiento y se nos hizo la hora de cenar preguntamos a unas huéspedes francesas si conocían algún sitio bueno cercano al riad. Decidieron acompañarnos hasta un restaurante donde habían cenado el día de antes. Se llamaba Bakchich Cafe, a 100 metros de la plaza. No recuerdo que fuera caro. Las comidas en Marruecos son bastante asequibles, por unos 15€ comíamos dos personas. El caso es que esta cafetería nos gustó como primer contacto. Ya conocíamos la comida marroquí, pero en Marruecos terminó enamorándonos. 

Tras la cena nos volvimos al riad y nos encontramos descansando en el patio a los chicos de 2almasviajeras, Jess y Diego, unos travel bloggers asturianos majísimos con los que compartimos un rato estupendo hablando de Marruecos y viajes en general jaja.

Día 1

Nos levantamos con ganas de conocer más sobre esta ciudad. Las pocas horas del día anterior nos habían mostrado lo diferente que era este país en comparación con los otros destinos que habíamos visitado. Así que nos ponemos en marcha y subimos a la terraza del riad para desayunar. La terraza era muy bonita y agradable a cualquier hora. No se oía ni un ruido a pesar de estar en pleno centro.


El desayuno era abundante y además delicioso. Así que salimos del riad con las pilas cargadas, listos para recorrer a fondo la ciudad.

Comenzamos la mañana visitando los atractivos turísticos que hay al sur de la Medina.
Nuestra primera visita del día sería el Palacio Bahía, un palacio del siglo XIX de arquitectura árabe que nos recordó un poco a la Alhambra de Granada en alguna de sus salas. 




Entrada general: 10 dirhams (90 cent)

Cerca del Palacio Bahía hay otras dos atracciones turísticas de la ciudad. Las tumbas saadíes y el Palacio Badi 
El Palacio Badi se diferencia del Bahía en su antigüedad. El Badi es unos 300 años mayor y actualmente está en su mayoría en ruinas. Durante la visita hay que echarle imaginación a como debió ser en su día. Muchos dicen que la visita no vale la pena, pero siendo la entrada tan barata como es en estas atracciones (90 céntimos), pues quisimos entrar a verlo. 





Sobre los muros destacan los nidos de cigüeña, que nos llamaron mucho la atención.
En la visita al Palacio Badi sufrimos por primera vez el calor de Marruecos. Era un calor soportable ya que estábamos a finales de octubre, supongo que en verano no será lo mismo.
Vistas las ruinas del palacio nos fuimos a las Tumbas Saadíes. Se trata de un jardín con más de 100 tumbas y un mausoleo donde está enterrada la familia del sultán Ahmad al-Mansur.
La entrada, como todo por aquí, cuesta 10 dirhams



En la cola para ver la tumbas conocimos a una pareja de andaluces muy simpáticos con los que congeniamos enseguida. Después de la visita nos fuimos con ellos a tomar algo a un bar y planeamos conjuntamente el resto del día. 
Por la tarde queríamos recorrer el zoco y los atractivos que hay al norte de la Plaza Jemmaa el-Fna. Se estaba haciendo ya la hora de comer y habíamos leído de la mano de Majo (@elviajedetuvida) algunos sitios perfectos para degustar la comida tradicional marroquí. En su blog nos llamó la atención el Atay Cafe, con una comida que parecía deliciosa y unas vistas alucinantes de la ciudad. El restaurante tiene una serie de terrazas y nosotros quisimos subir a la más alta para comer con la mejor panorámica.




En estos sitios lo mejor es pedir varios platos y compartirlos. Es la mejor manera de probar muchos. La comida estaba exquisita. Conocíamos los briouats de queso (los triángulos de la derecha) y la pastela de pollo (a la izquieda) y estos nos encantaron. Qué comida más sabrosa. La comida marroquí me apasiona porque todo tiene una mezcla de especias y sabores increíbles. El tajín de ternera con ciruelas también es un plato que recomendamos de la cocina marroquí, por esa combinación de la carne con las ciruelas dulces.
Decidimos no andarnos con prisas y la comida nos la tomamos con calma. Relajados en aquella azotea y disfrutando de los colores de la ciudad. Nos fuimos de allí pasadas las cuatro de la tarde. 
La siguiente visita del día sería la Medersa Ben Youssef. Se trata de un escuela musulmana de estudios superiores religiosos vinculada a la mezquita del mismo nombre. Data de mediados del siglo XVI y es la más grande de todo Marruecos, sin duda una visita obligada si vienes a Marrakech.



Precio Entrada General: 10 dirhams

Muy cerca de la Medersa, o Madraza (se conoce por ambos nombres), comienza el laberinto de callejuelas que conforma el zoco más famoso del país. En él podéis encontrar muchos puestos llenos de objetos artesanales. La mayoría de puestos se agrupan en gremios por lo que el mismo zoco se divide en zoco de las especias, zoco de cesteros, de ferreteros, de cerámica y demás. El caso es que la mejor manera de verlo es caminar sin rumbo por sus calles, regateando hasta la muerte y perdiéndose entre cientos de tiendas que desprenden olores de todas clases: cueros, especias, jabones, dulces, frutos secos, aceitunas, etc




El laberinto de calles terminará desorientándote si es tu primera vez en Marrakech. No te asustes, pasa a todo el mundo. El hecho de que el zoco esté cubierto con cañizo, que es perfecto para el sol, no ayuda para ubicarnos dentro de la ciudad. Aunque si sigues a la muchedumbre seguro terminarás llegando a Jemmaa el-Fna, muchas calles mueren en esta plaza. Nosotros aparecimos en ella y faltaba poco para la puesta de sol, por lo que quisimos subir a una terraza de las decenas de cafeterías que hay para contemplar el ambiente desde las alturas.
Creo recordar que subimos a la terraza de L'Ancien Café, una de muchas en las que puedes degustar un buen té a la vez que disfrutas de la plaza. Nos quedamos hasta que oscureció, como podéis ver en las imágenes.





Día 2

La segunda jornada del viaje la queríamos dedicar a conocer algo más de Marruecos fuera de la ciudad. Hay una buena variedad de visitas que se pueden hacer desde Marrakech: el Valle de Ourika, las cascadas de Ouzud, la ciudad costera de Essaouira ó Ouarzazate, puerta de entrada al desierto.
Son excursiones que pueden hacerse en un día. Quizás la de Ouarzazate sea la más pesada, pues supone un viaje de 4 horas en coche, que llega a convertirse en 5 horas si vas en autobús o furgoneta.
Por lo que Ouarzazate la descartamos en este viaje y nos la reservamos para otra ocasión. Además queda a mitad de camino entre Marrakech y los desiertos de Zagora y Merzouga, que queremos conocer en un futuro y que requieren de varios días que esta vez no tenemos.

Tras pensarlo mucho dijimos no a las cascadas. Ese verano ya habíamos presenciado la majestuosidad del agua en las Cataratas del Niagara y, aunque no dudo de que las de Ouzud bien valgan la pena, elegimos conocer la costa de Marruecos e ir a ver Essaouira.
En internet podéis encontrar miles de excursiones que te llevan hasta allí, algunas más caras que otras. Y a pesar de que puedes ir por libre en transporte público, contratamos una excursión la cual incluía únicamente el traslado entre ambas ciudades. El autobús público lo estuvimos mirando y nos hubiera salido por 16€ por persona (ida y vuelta), buscando nosotros por internet encontramos traslado ida y vuelta por 20€ por persona y, nos recogían en el riad donde nos alojásemos. 
La contratamos a través de la página excursionenmarrakech.com, la información y todo está en español, así que es fácil y rápido.
El trayecto en coche entre Essaouira y Marrakech suele durar 2:30 h, pero al ir en mini-van y haciendo alguna que otra parada, terminan siendo 3 horas.
La pega de estas excursiones organizadas es que te paran en los sitios que les interesa. A  mitad de camino paramos en un bar de carretera con precios elevados para los turistas. Había por lo menos cinco autobuses de turistas allí descansando. Otras paradas que hicimos fueron el árbol con las cabras subidas y la cooperativa de aceite de argán.

¿Os habréis quedado locos con lo primero, no? ¿Qué es eso de cabras subidas en los árboles?
Resulta ser costumbre encontrarse varias cabras trepadoras en las ramas del árbol de argán. Según dicen es muy normal por aquellos lares y que los marroquíes están ya habituados a verlo. Como los extranjeros lo vemos raro y vamos con nuestra cámara a todas partes, pues nos hacen una parada a fotografiar las cabras. 


Lo que encuentro extraño es que solamente vimos en todo el camino dos árboles con cabras subidas y, ambos con tanto turista que habían hecho de ello un negocio. 
Al bajar del bus se te acercaban con cabras para que las acariciaras, les hicieras fotos o les dieras de comer, todo ello siempre y cuando les dieras una propina. Pues no son listos los marroquíes ni nada. Para mí que suben adrede las cabras en las ramas para atraer a los turistas y sacarse algunas pelas jaja

La última parada antes de llegar a Essaouira fue a la cooperativa de aceite de argán. Es un bien muy preciado por esta zona y allí te mostrarán como lo elaboran. En la cooperativa a la que fuimos nosotros trabajaban únicamente mujeres. Porque luchaban para que la mujer pudiera tener sus derechos y acceder a un trabajo al igual que pueden hacerlo los hombres. La causa me pareció bien. Pero en la cooperativa intentan aprovecharse de los turistas y los precios de los productos son bastante elevados. En el zoco de Marrakech vimos cosas hechas con aceite de argán y mucho más baratas.


Finalizadas las paradas pusimos rumbo hacia el destino final, Essaouira. No recuerdo exactamente cuanto tiempo estuvimos en la ciudad. Creo recordar que la mini-van nos dejó en el puerto en torno a las 12 y en ese mismo sitio nos recogería a las 16-16:30. 
Al lado del aparcamiento donde nos bajamos está la plaza  Moulay Hassan, ésta es la unión del puerto con el casco antiguo. A la izquierda atracan los barcos y a la derecha nace la ciudad. Essaouira, al igual que muchas otras ciudades marroquíes costeras, luce edificaciones de color azul y blanco que dan un aire muy marinero y que nos encantó, ya que contrastaba con el rojo de Marrakech.


Como era pronto para comer decidimos recorrer primero la zona del puerto, comer después en uno de los puestos donde hay pescado y marisco fresco y, luego introducirnos en el casco histórico hasta que se haga la hora de volver a Marrakech
En el puerto destaca el Castelo Real, un castillo frente al mar construido por los portugueses a comienzos del siglo XVI. Las vistas desde el castillo son para nosotros las mejores de la ciudad, supongo que es por eso por lo que Juego de Tronos quiso usarlo como escenario en la serie.

Imagen relacionada





Una vez recorrido el Castelo nos vamos a pasear por el puerto y a buscar un buen sitio para comer. Al momento nos damos cuenta de la cantidad de vida que hace la gente en torno al mar. Vemos decenas de pescadores que traen producto fresco del Atlántico para venderlo directamente en los puestos del paseo. Estuvimos mirando y había gran variedad de pescado y marisco, además los marroquíes intentarán atraerte de cualquier forma para que comas en su establecimiento. Si alguno te gusta no olvides regatear jaja.





El sitio donde comimos no recuerdo que tuviese nombre. Era uno de los muchos puestos de comida frente al puerto. El pescado y el marisco  estaba delicioso y resultó barato.
Llenos nuestros estómagos decidimos sumergirnos en el corazón de Essaouira para descubrir por qué la nombraron Patrimonio de la Humanidad. Su arquitectura llama mucho la atención, edificios de colores fríos propios del norte de Marruecos y con un zoco a cielo abierto que se dispersa por decenas de calles empedradas.








Deambulamos por la ciudad durante horas y nos enamoramos de sus callejones, sus casitas blancas con puertas azules, sus tiendas del zoco y sus habitantes. La ciudad está llena de gatos, gaviotas y niños jóvenes que nos regalaron sonrisas que jamás olvidaremos.
Comenzó la tarde y el reloj nos avisó de la hora de vuelta al autobús. Pero antes, justo al lado del aparcamiento, quisimos acercarnos a la playa.


Una vez ya estuvimos todos los del grupo pudimos regresar a Marrakech. El trayecto se hizo más corto ya que no volvimos a parar. El viaje fue directo y llegamos ya de noche a Jemmaa el-Fna.
Era hora de cenar así que quisimos subir a una de las terrazas para comer con vistas a la plaza. Fuimos a Le grand balcon du café glacier, un restaurante muy conocido por su gran panorámica a la plaza y la Koutubia (la mezquita más famosa de la ciudad)



La  plaza se ve grandiosa de noche. Se llena hasta los topes de puestos de comida, bebidas, ropa, souvenirs...Cobra vida de una manera indescriptible. Se convierte en punto de encuentro de todas las personas, hay música en directo, donde no faltan los encantadores de serpientes. Aunque las cobras no son los únicos animales de la plaza. Si te descuidas te subirán un mono a los hombros para que te hagas una foto con él. A mí me pasó y eso que yo no quería ninguna foto.  Estoy totalmente en contra de que tengan a los animales como atracción turística sobretodo si los tienen encadenados. Así que me lo quité de encima y seguí mi camino.
A veces la insistencia de los marroquíes llega a cansar, pues te siguen y te intentan comerte la cabeza hasta que les compres o les des dinero. Puede sonar borde pero muchas veces tendrás que ir con el NO por delante, y más en el zoco, sino no podrás avanzar por las calles.

Cenamos estupendamente, la comida en estos restaurantes siempre está riquísima y encima a buen precio. Se nos hizo tarde disfrutando de la plaza  y de sus puestos de zumos, donde hay deliciosas bebidas de frutas por tan solo 4 dirhams (40 cents). Satisfechos nos fuimos paseando hasta el riad, el día siguiente sería el último en Marruecos y teníamos que aprovecharlo al máximo.



Día 3

Tercero y último día del viaje. Nos levantamos temprano, pues aún nos quedan cosas por ver de la ciudad. El vuelo de regreso a España no será hasta la tarde.
Una de las visitas que nos quedaban y que más ilusión tenía eran los Jardines Majorelle. Estos exuberantes jardines los creó el pintor francés Jacques Majorelle en la década de 1920. Aunque dieron el  salto a la fama cuando los adquirió el diseñador Yves Saint Laurent. En su interior se encuentra el Museo bereber de arte islámico, algo que no os podéis perder si venís a ver el jardín.
Los jardines son todo un  placer para los sentidos. Hay gran variedad de plantas exóticas y árboles que refrescan el ambiente. Entre la vegetación aparecen láminas de agua y bancos en sombra que invitan al descanso. Todo ello en tonos cálidos propios del país en contraste con el  azul majorelle, un provocativo tono eléctrico que da vida a ese oasis de la ciudad de Marrakech. La villa de la parcela es el símbolo del jardín y, toda su fachada está pintada por el potente azul de Yves Saint Laurent.




  



Entrada adulto jardines: 70 dirhams
Entrada adulto museo bereber: 30 dirhams

Entada estudiante jardines: 35 dirhams
Entrada estudiante museo bereber: 25 dirhams

La idea era pasarnos por el Jardín Menara tras la visita al Majorelle, pero éste nos gustó tanto que se nos pasó el tiempo rapidísimo y se nos hizo la hora casi de comer. Decidimos dejar el Jardín Menara para otra ocasión e ir al centro a hacer las últimas compras que nos quedaban antes de ir al aeropuerto. Una parada que no quisimos dejarnos fue el zoco de las especias, localizado en una soleada plaza llena de miles de olores. Curry, azafrán, comino, cardamomo, cúrcuma, ras el hanout...una infinidad de condimentos que dan sabor a los platos marroquíes.




Comimos, como de costumbre, en una de las terrazas de la plaza Jemmaa el-Fna, para despedirnos del ambiente jaja. Esta vez desde otra perspectiva para contemplar la plaza con otro punto de vista.



No nos cansamos de la plaza y de sus gentes. Marrakech es una ciudad que te atrapa, te asombra y te descubre un mundo de sabores y olores inimaginables. Ha sido nuestra primera experiencia en África y gracias a Marrakech hemos vuelto fascinados y con ganas de regresar a Marruecos. Conocer otras regiones del país y aventurarnos a viajar a estados vecinos. Nos ha encantado el carácter de la ciudad y nos gustaría conocer más lugares de África que nos sorprendan de la misma manera.
África, esperemos vernos pronto